miércoles, 14 de enero de 2009

SETENTA Y CUATRO

Tarde de lluvia en Corrientes y Talcahuano. En toda la Argentina cae el agua sobre los campos, sobre los techos de tejas, sobre el mar que nos limita, sobre los andes majestuosos, sobre el polvo de esta tierra prometida.
¿Qué tiene de triste la lluvia? La tristeza está en nosotros. La alegría está en nosotros. Entristecemos la naturaleza o le damos gestos de felicidad, solo nosotros, siempre nosotros.
Luego de un rato deja de llover y la gente abandona el bar, que solo servía para guarecerse del aguacero. Insensatos. Desagradecidos. Yo me voy a quedar un tiempo más en el único bar que tiene el don del silencio. Sin televisión, sin radio, el murmullo de los clientes y el diálogo de los platos, los pocillos y las copas, chocando tras el mostrador.

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