domingo, 23 de diciembre de 2012

TRESCIENTOS SESENTA Y UNO

Los hombres son los únicos animales que traicionan. Entre sí se traicionan, por un puñado de dineros traicionan, por la ostentación del poder traicionan, por ocupar el lugar de un encargado anterior traicionan, por congraciarse con el favor del superior traicionan, por demostrar que ellos pueden cumplir mejor con el papel de cipayos traicionan, y porque generalmente es más fàcil venderse que enfrentarse. El hombre traiciona. Todo el grupo hablaba con el mandamás, exigiendo mejor paga, reclamando menos abuso en el recibo. El hombre, ese animal, seguía yendo y viniendo ocupado, laborioso, carnero, orgulloso de ser un valiente entre los cobardes. Ese hombre tiene un pasado de vender humo, un presente de torazo en rodeo propio, y un futuro brillante, de lomo sobado y algunas chirolas más en la bolsa, seguramente.