Humo. Primero fue el humo por todas partes. Luego el líquido aniquilador. Hubo que vaciar todas las estanterías, hubo que irse por horas, abandonar el hogar y esperar la masacre.
Semana tras semana la misma tarea de exterminio. Hasta que no quedó ni una.
Ahora me levanto a las tres de la madrugada y me siento en la cocina, y nada se mueve, todo es silencio, los restos de mi cena siguen sin nadie que los pisotee sobre la mesada. Tomo un mate cocido y escribo sobre mi cuaderno naranja, espero el día laboral en soledad.
Se murieron las cucarachas. Y yo un poco.
viernes, 16 de enero de 2009
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