viernes, 16 de enero de 2009

CIENTO VENTIOCHO

Humo. Primero fue el humo por todas partes. Luego el líquido aniquilador. Hubo que vaciar todas las estanterías, hubo que irse por horas, abandonar el hogar y esperar la masacre.
Semana tras semana la misma tarea de exterminio. Hasta que no quedó ni una.
Ahora me levanto a las tres de la madrugada y me siento en la cocina, y nada se mueve, todo es silencio, los restos de mi cena siguen sin nadie que los pisotee sobre la mesada. Tomo un mate cocido y escribo sobre mi cuaderno naranja, espero el día laboral en soledad.
Se murieron las cucarachas. Y yo un poco.

No hay comentarios: