Yo conozco el nombre del que traerá la oscuridad. Me fue revelado en mis sueños; vi altos con crecidos ríos de sangre que descienden desde sus cumbres. Allí, Él obstruía las aguas, alado, soberbio, quejoso. Él es quien desafiará el viaje del Dios del Sol por los abismos subterráneos de la vida terrenal.
Antes de Irak, antes del petróleo, ese Dios negro, antes de nosotros y nuestros días dorados. En el pasado lejano hubo una región rica que acunó el mito del carruaje que corre infinitamente de oriente a occidente y pone la luz y se la lleva consigo con gesto repetido y cotidiano.
Entre el Tigris y el Eúfrates los Asirios y Babilonios construyeron su grandeza. Vivieron, guerrearon, sobrevivieron, murieron, y volvieron a vivir, hasta que su voz se apartó para siempre de los oídos de la historia universal. No obstante dejaron el eco de sus creencias. Como su fe en la carrera que Shamash, el Dios áureo, realiza cíclicamente y que da sentido al día y la noche. Existe una pesada puerta en el punto más alto de la montaña del este que era abierta por los hombres escorpión que habitaban esas alturas. Temprano en la mañana ingresaba por ella el Dios del Sol y recorría durante todo el día el territorio, para llegar a la montaña del oeste, y allí, en su cumbre, otra puerta lo esperaba sin llave, y por ella se perdía, dejando Babilonia en completa oscuridad. Sin detener un segundo su marcha seguía avanzando a toda prisa por los caminos del mundo de las profundidades (mientras era la noche arriba), hasta llegar nuevamente a la cima de la montaña oriental.
Dije que sé el nombre del Apocalipsis. Me fue permitido decirlo a quien quiera oírlo. Como también su tarea de destrucción, en el séptimo círculo infernal, donde Dante vio al Minotauro. Allí también habita Francisco de Pompeya. Tal lo llaman entre sus compañeros de tormento. El que se queja de su condena de dolor, el que atenta contra los demonios encargados de martirizarlo eternamente, el que descendió por sus actividades con el grupo Quebracho en el país llamado Argentina. Él, que sublevó a Neo, y a Quirón, y a Foló, y a todas las dolientes almas de los perversos. Él que hizo el primer piquete visto en el infierno. Con el cual tropezó el Dios del Sol Shamash en su carro portador de la luz de cada día.
Así llegó el fin de los tiempos. El sol no apareció por la puerta oriental en la mañana que comenzó el final.
Los babilonios, ajenos a los vicios de nuestra era, jamás hubieran acertado por qué ocurrió tal desgracia.
viernes, 16 de enero de 2009
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