Suena Joni Mitchell en mis oídos. Es un compacto llamado Both sides now. Ese tipo de música que pone ambiente de charla íntima entre varios hombres y mujeres, en un living, con habanos, vino, cognac, brandi, sillones al costado de un fuego a leña, sonando de fondo sin estorbar la conversación, que será banal, sin discusiones, más bien como una sucesión de las anécdotas que cada integrante del grupo cuenta animadamente.
Claro que yo prefiero usar esa música para otro tipo de contexto. La tarde de este viernes gélido de julio no se parece a una publicidad de Diners Time.
En el café de la calle Corrientes estoy junto a la puerta. Solo observo la gente que entra, sale, toma café, hace vida social luego del trabajo, de cara al fin de semana burgués.
La música de Mitchell me hace ver como, para mi, se mueven a su ritmo los ocupantes del lugar. Hacen giros y muecas que armonizan con el piano, acomodan sus piernas bajo las mesas cuando un redoble de la batería lo manda, se ríen justo cuando estallan trompetas en Both sides now.
Después de las ocho de la noche, poco a poco, se van yendo todos. Las voces se alejan y dejan silencio, el habitante de Buenos Aires se olvida la calma en las mesas del Ouro Preto.
Se acaba la verdadera música.
viernes, 16 de enero de 2009
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