viernes, 16 de enero de 2009

CIENTO VEINTE

Escucho la televisión prendida en el comedor pero no la miro, ni quiero mirarla. Solo el sonido sirve. Ese ruido pierde gracia y sentido si uno presta atención a las imágenes.
Tarde de verano caluroso, es un buen tiempo para no hacer nada, ni pensar en nada. Estaría bueno emborracharse y poder despertar en la vida que viene.
Una pequeña cucaracha o lo que fuere camina por la mesada sin importarle nada de nada. Hace bien. Ya debe saber que no me importa, y ni pienso levantarme de la silla para matarla o correrla.
En algún lugar un anciano de setenta años, molido por la mala vida, arrugado y desvencijado, está a punto de morir. Bien podría ser un ser querido, un padre, un tío grande. Lo peor no es él, él tiene lo que buscó; el que está jodido es el hijo, que tiene que lidiar con el cadáver que todavía insiste en deambular por las habitaciones y las piezas, y los pasillos, sintiéndose mal, pero sin expirar del todo.
El Señor E (Mister E, de aquí en adelante) está de vacaciones. La semana pasada pidió que le depositaran siete mil pesos en la cuenta corriente, parece que se le acabó la plata. Ya le pusieron le dinero solicitado, ese que es parte de los hospitales y las escuelas, de los maestros y los jubilados, el que sale de eludir el impuesto por la venta en negro. Miles de pesos ganados a la legalidad, robados más bien. Y él cree que es un buen tipo, una persona de bien, decente. ¿Qué tanto mejor es Mister E que quien roba un negocio? Los dos debieran pudrirse a la sombra. Pero saben qué, me molesta menos el ladrón del negocio. Porque roba para vivir sin afán de poseer un yate, y lo hace de frente a la mirada de la rectitud. Mister E delinque para darse la gran vida, para tener el barco propio y el mejor de los automóviles. Claro, Mister E me da empleo. Y trata de explotarme lo más que puede, para ganar más él. Lo veo a diario.
El viejo que no se quiere morir de una buena vez tendría que ser atendido por los recursos que Mister E se niega a darle al Estado.
El Señor E disfruta de sus costosas vacaciones , igual que las cucarachas de mi cocina de los restos de mis cenas.

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