Es una semana de tranquilidad laboral. La uruguaya que hace la tarea de ir a los bancos y las casas de cambio está de vacaciones, y cuando ella no está yo soy su reemplazo. Voy al centro en taxi, camino al sol de cada día de verano, miro las mujeres en hermosas pieles doradas y sus pies al aire libre. Y me libero del sótano de las estanterías, y de su calor, y de las corridas para armar cada pedido. De la locura de cada enero.
Lástima que se acabe. Todo lo que es mejor siempre se termina.
sábado, 10 de enero de 2009
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