viernes, 16 de enero de 2009

NOVENTA Y NUEVE

Dwight Jackson, de Tuczon, Arizona, tiene en su haber más de trescientos duelos en el lejano oeste. Todos ganados mortíferamente en las praderas reverdecidas de Dallas, en las áridas tierras de Nuevo México, en los anudados pueblos texanos que miran pasar el Río Grande. Ni una derrota con cicatrices ante otro pistolero.
En aquellos, los tiempos del asalto al ferrocarril, del bandolero saqueador de bancos, del naciente cronista de prensa tras los detalles del último atraco. Días que ya no volverán. Como el duro hombre de entreveros: Dwight Jackson y su rapidez de manos implacable, que supo dejar boca arriba a Rosco Kid, el bandido más buscado por la ley hasta el mismo día de su muerte, en la calle principal de Albuquerque.
Ni el paso del tiempo y su desfiguración burlesca, ni la mala saña de los historiadores, ni los descuidos de los biógrafos del héroe, ni nada logrará dejar en el olvido las probadas virtudes del pistolero Jackson. Como tampoco si indigno y desafortunado final, cuando en los festejos del año nuevo de 1825 lo alcanzó una bala perdida, seguramente disparada irresponsablemente al aire por algún parroquiano de su Tuczon natal.

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