jueves, 15 de enero de 2009

OCHENTA Y TRES

El último barra brava.
Empieza la historia de un desquiciado. En este preciso momento lo veo, lo recuerdo más bien, caminando furtivamente por las sucias calles de Sarandí, buscando paredes limpias y muros vírgenes para escribir algún insulto al Arsenal de los Grondona. Porque lo odia. Ese odio futbolero que pasa de la tribuna, se baja del sábado por la tarde de cancha y va a buscar pleito.
Se para y escribe Arse puto, el Porve manda. Así varias veces en varios lugares.
En una esquina lo ven un grupo de pibes que pierden el tiempo deliciosamente. Son del barrio, son de Sarandí, y, por supuesto, del equipo rojo y celeste. Primero no lo creen, no puede ser, piensan mientras aguzan la vista. Van viendo mejor y por eso van entendiendo la situación. Hay uno insultándole el amor del pecho, desafiando el valor de los dueños del lugar, copando la parada del arroyo que viaja al río.
Qué hacés hijo de mil puta, le gritan. Te vamos a romper todos los huesos la concha de tu madre, agregan. Y lo corren seis cuadras. El borracho escapa tirando el aerosol a un baldío, y mientras huye grita a sus perseguidores que son todos maricas.
Por suerte para él no lo alcanzan.
Esta historia de nuestros días seguirá.

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