lunes, 31 de mayo de 2010

DOSCIENTOS SETENTA Y TRES

Aquella noche fue una muy buena noche.
Ellas y yo; dos amigas y un hombre solo entre ambas. Y una larga tarea de reconstrucción de almas, que empezó al caer la tarde y se hizo milagro hacia lo profundo de la madrugada.
Charlas, salchichas, historias, velas, música, frío, y todo Glew durmiendo a nuestros pies. Una chacarera a las cuatro, y el ritual del amargo siempre invitado. Amores narrados más desencuentros exorcizados.
Ni una gota de sudor entregada al sexo banal. Quizá haya sido la única vez que compartí cama con una mujer para solo verla dormir a mi lado, justo cuando el domingo empezaba a iluminar el jardín escarchado.
Aquella noche fue una muy buena noche.

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