Al calor de la popularmente soñada vuelta del General Juan Domingo Perón, yace en una vereda de la avenida Avellaneda el cuerpo sin vida del secretario general de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina. José Ignacio Rucci acaba de ser masacrado por Montoneros.
Desde el mismo momento en que empezó a saberlo el pueblo todo, el hombre supo que moriría asesinado en alguna esquina. La consigna repetida hasta quebrar la resistencia anímica de la víctima fue tan clara como confiable: “Rucci traidor, a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”.
En las radios, en la prensa, en los actos, en las plazas públicas a la hora en que juegan los niños, en las cañerías de una ciudad que no sabe lo que le espera. En todos lados aparece la cara del sindicalista, y siempre hay unas marcas en su cuello, un plomo en su carne, unas letras gélidas que marcan las dos fechas inexpugnables en la vida de una persona. Es tan certero el porvenir que la gente pide flores para Rucci, y habla de Rucci, y trata de pensar como lo haría Rucci, y trata de sentir como lo haría el desgraciado.
El secretario peronista no siente mucho más de lo que le permiten sus obligaciones. Sabe que está amenazado y sigue adelante; quiere honrar a sus asesinos, asegura que nadie hace nada sin razones. Algún motivo tendrán quienes preparan la operación siniestra.
No va a poner la otra mejilla, sino el cuerpo entero.
La conducción nacional de Montoneros se ha reunido y ha votado la muerte del gremialista; es el mes previo a la emboscada. Quieren hacerle saber al General que ellos están y que se van a quedar, que necesita escucharlos. Una serie de alias forman el entramado de inteligencia, acción y reacción: “Pepé”, “Negro”, “Nicolás”, “Marquitos”, “el Pelado Carlos”…
Se sabe quién va a morir, se sabe quién lo va a matar, se sabe quiénes van a mirar todo, simplemente. Pocas veces el cinismo humano se presenta tan soberbiamente.
José Ignacio Rucci sale de la casa de Flores . Camina hacia su Torino rojo. Y no llega.
Informe de la morgue judicial sobre el cadáver del líder sindical asesinado
1) Herida contuso-cortante de unos 4 centímetros y medio en la cabeza.
2) Otra herida similar en la frente.
3) Un hematoma en ese mismo lugar, probablemente por la caída.
4) Herida cortante superficial en la nariz.
5) Herida de bala en la cara.
6) Herida de bala en la cara lateral del cuello.
7) Herida de bala en la base del cuello.
8) Herida de bala debajo de la nuca.
9) Herida de bala en el hombro derecho, con rotura de clavícula.
10) Dos heridas de bala en la región mamaria derecha.
11) 16 heridas de bala en el tórax.
12) Heridas de bala en la mano izquierda.
13) Fractura de húmero.
14) Herida de bala en la rodilla izquierda.
miércoles, 12 de mayo de 2010
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1 comentario:
Como hoy no te voy a ver te voy a dejar un comentario. Empece a leer tu blog y la verdad q me gusta mucho como escribis. Arriba gabi! la vida es bella!!! Un beso
Paz
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