domingo, 14 de febrero de 2010

CIENTO NOVENTA Y OCHO

La muerte espera. La soledad arremete sin temor. El placer es inquieto, movedizo, doliente. Yo también espero.
A que mis dias felices queden olvidados en algún rincón del tiempo; a que mis ratos de pesadumbre se vayan, aburridos de mi cara de pobre tipo.
El recuerdo es la cárcel de todo. Carcelero y prisionero no saben quién es quién.
La vida espera.
En minutos se abrirá la puerta del cielo y del infierno, que es una sola.
Él espera. Ella espera. Y hace millones de años que están así.

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