miércoles, 9 de junio de 2010

DOSCIENTOS SETENTA Y SIETE

¿Qué se hace con una larga noche de domingo con los ojos abiertos a la oscuridad de la pieza?
Todo el silencio de la madrugada es testigo de las horas en blanco, sin sentido alguno, como rediles en río muerto.
Se le saca el jugo a los últimos minutos de esa inmensidad de tiempo vano, tratando de dejar algún rastro de ese idilio efímero entre la eternidad de Cronos y yo.
El lunes pegará más duro esta vez.

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