lunes, 7 de junio de 2010

DOSCIENTOS SETENTA Y CINCO



Cuidan a los próceres de los juicios severos.
Cuidan a las sombras de la historia de un resplandor de justicia.
Cuidan al juego de sentir terror de la racionalidad prepotente.
Cuidan a los muertos de los vivos invasores.
Cuidan a la memoria de los olvidos infames.
Cuidan la leyenda de la dama en túnica blanca, tenebrosa,
de tradición urbana.
Cuidan al piso embaldosado de mi paso de turista.
Cuidan a la calma de los ramos de flores de mi curiosidad.
Dicen que cuando la Recoleta cierra sus rejas,
estos fantasmas de siete vidas,
atraviesan los muros para dormir a los pies de Bioy.
Hasta que el sol comience otra vez su declinación.

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