sábado, 12 de diciembre de 2009

CIENTO OCHENTA Y SIETE

Hasta el siglo XVII la soberanía, en una de sus atribuciones asumidas, se encargaba de decidir quién vivía y quién moría. Los reyes tenían el poder de vetar la propia vida del individuo. En palabras de Foucault el Soberano tenía el derecho de hacer morir y dejar vivir.
A partir del siglo XVIII, ya en su segunda mitad, se constituyó lo que se llamó Biopoder, o Biopolítica. La vida fue tomada en gestión por el propio poder soberano, ya no se trataba del anterior derecho de producir la muerte y dejar la vida, sino de uno de distinto alcance: el de hacer vivir y dejar morir. Que parece lo mismo pero no lo es.
Fuera de la disciplinarización del cuerpo individual, ésta en función de su capacidad laboral, y entendida como base de injerencia del poder político, aparece la regularización del interés por el hombre-masa, no como un individuo solo sino como un participante de un todo biológico más extenso: la Población.
Cuestiones como los incidentes, la vejez, las epidemias endémicas, son tomadas como aspectos de tratamiento biopolítico, a fin de garantizar la participación del conjunto de la sociedad en las obligaciones que la racionalización económica impone. No se busca dominar la muerte sino la mortalidad.
Ahora, la pregunta que se hace el propio Foucault, y que es razón de su búsqueda analítica es: ¿cómo es posible que el Biopoder, que sirve para garantizar la vida, ejerza el derecho de matar y la función homicida?
Acá aparece el racismo. Y más precisamente el racismo de Estado. Que es viejo y está curtidísimo, pero que antes funcionaba de otra forma y en otra parte del propio poder.
El racismo no es una ideología ni el simple odio hacia otra raza. No hay nada así en el funcionamiento de la Biopolítica. Se trata de una técnica del propio Biopoder para garantizar su propia continuidad, y la de sus subalternos. El racismo, dentro de la lógica de este poder emergido, es el modo en que se hace una separación entre lo que debe vivir y lo que debe morir. Es un corte para regular. "Si quieres vivir el otro debe morir".
A forma de conclusión digamos que hay en el racismo como práctica de los Estados modernos (y ojo que no es solo la eliminación física, también se manifiesta bajo la exclusión, la expulsión, la marginación política, etc.), hay, decía, una lógica que es biológica. No guerrera ni ideológica. La muerte de la "mala raza" hara mejor la vida de la "buena raza"; esta máxima tiene carácter de justificación del homicidio.
Todo esto no lo inventé yo. Lo dijo Michel Foucault, explicando eso llamado racismo de Estado, y su origen y funcionamiento.
Yo, porque estaba aburrido, lo puse en estas líneas.

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