miércoles, 2 de diciembre de 2009

CIENTO OCHENTA Y TRES

¿Dónde está el calor de la primavera? ¿Y los días de alegría sostenida por la avalancha de la naturaleza y sus gestos claros? ¿El verde, los pájaros, el canto, las tardes de sol persistente? ¿Las mañanas de luz madrugadora y movimientos libres? ¿Dónde están los duendes invisibles que pintan sonrisas en los muros del alma? ¿Quién los tiene amarrados a un palo, en el fondo de una casa vil? ¿Dónde está toda esa vida que solía volver, al comenzar octubre, del destierro invernal?
El tiempo ha cambiado en éstas partes del mundo. El tiempo ha pasado en vano, nada se ha aprendido del frío del pasado. No me interesa cuántos son en verdad los exiliados de la vida, según el último noticiero. Porque hay un hombre que fue matado por un niño que morirá en instantes, a manos de la multitud vuelta ira.
La primavera de mi ciudad ya no es inolvidablemente feliz. ¿Qué fue de caminar sin miedo?

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