jueves, 16 de febrero de 2012

TRESCIENTOS TREINTA Y CUATRO

La inseguridad no es algo innato de las ciudades y su diagramación. La inseguridad es el resultado de la ausencia de políticas de distribución, que coloca a amplios sectores de la población, en especial a los más jóvenes, a merced de hombres que los llevan hacia las prácticas delictivas para poder encontrar el espacio que no tienen, porque no se les ha dado, aunque todos los carteles publicitarios les juren que ellos también pueden acceder para ser felices y completos. Y así surgen esas legiones de pibes y no tan pibes, de jean y zapatillas de moda, celular último modelo, y revolver y punta en mano. Que pasan a conformar la marginalidad que acosa y golpea a los ciudadanos de bien, a los responsables que pagan sus impuestos, a los trabajadores que cumplen su rol social de ganarse el pan con el sudor de su frente, decentemente, como soldaditos prolijos y no revoltosos.
La inseguridad no es algo que se deba leer solo como un perjuicio de los acomodados de la sociedad. Parece ser que no es inseguro jugarse la vida en el atraco de un negocio, o en los márgenes donde los corruptos negocios de la policía provincial amenazan e intervienen para ablandar a los futuros e insalvables “pibes chorros”, siempre con el visto bueno de toda la ciudadanía.
Más policía. Más seguridad. Más vigilancia. Y la Gendarmería en la calle; si hasta pareciera, según nos dice la Constitución, que estamos en un momento de conmoción interior o agresión exterior. Solo que cuando en verdad estuvimos en una conmoción interna, llevados a ella por la implementación de un plan de disciplinar a la sociedad para aplicar las políticas económicas en beneficio de grupos económicos nativos e internacionales, que destruyó las capacidades de producción del país y hundieron a la mayoría del pueblo en la miseria y el abandono total. Solo que allí la policía tiró a matar a los que ya se estaban muriendo hacía años. Conmocionados.
Solo parcialmente me sorprende esta placa puesta en la Plaza 1° de Mayo, en pleno centro de Paraná. Una placa que recuerda a las víctimas de la inseguridad y la injusticia. Así, sin otra aclaración. Como si fueran víctimas de un huracán o un terremoto, o un tsunami. Impersonal y sin apuntar a los que hay que apuntar como hacedores de toda inseguridad, ni qué es la verdadera inseguridad en esta era de explotación y abuso. ¿O será que los que pusieron la placa son los que siembran las inseguridades de todos, los asaltados y los asaltantes?

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